Cómo la neurociencia puede ayudar a resolver nuestra crisis ambiental
Ann-Christine Duhaime, MD HARVARD UNIVERSITY PRESS

Una neurocirujana explora cómo nuestra tendencia a priorizar los placeres del consumidor a corto plazo estimula el cambio climático, pero también cómo la asombrosa capacidad de flexibilidad del cerebro puede, y probablemente lo hará, permitirnos priorizar la supervivencia a largo plazo de la humanidad.
Cada vez más políticos, activistas, figuras de los medios y el público en general están de acuerdo en que el cambio climático es un problema urgente. Sin embargo, ese sentido de urgencia rara vez se traduce en remedios serios. Si creemos que la crisis climática es real, ¿por qué es tan difícil cambiar nuestro comportamiento y nuestras tendencias de consumo?
Minding the Climate investiga este problema en la neurociencia de la toma de decisiones. En particular, Ann-Christine Duhaime, MD, apunta a la evolución del cerebro humano durante eones de escasez de recursos. Comprensiblemente, el cerebro se adaptó para priorizar la supervivencia a corto plazo sobre resultados a largo plazo más inciertos. Pero la arquitectura de comportamiento resultante no se adapta bien al presente, cuando la escasez es una preocupación menor y los desafíos novedosos y lentos, como los problemas ambientales, presentan el mayor peligro. Duhaime detalla cómo incluso nuestros mejores intereses reconocidos se ven frustrados por el sistema de recompensas del cerebro: si un comportamiento no se percibe como inmediatamente beneficioso, probablemente no lo haremos, no importa que «sabemos» que deberíamos hacerlo. Esto es lo que sucede cuando lamentamos el cambio climático mientras nos entregamos a las satisfacciones del consumidor a corto plazo que aseguran que el desastre continúe.
Afortunadamente, podemos influir en nuestro cerebro y en el de los demás para modificar nuestro comportamiento. Duhaime describe intervenciones concretas y alcanzables que se ha demostrado que alientan a nuestros circuitos neurológicos a aceptar nuevas recompensas. Estos pasos pequeños e incrementales que toman las personas, ya sea en sus roles como consumidores, en el lugar de trabajo o en posiciones de liderazgo, son necesarios para mitigar el cambio climático. Cuanto más entendamos cómo nuestras tendencias pueden ser anuladas por la capacidad de adaptación de nuestro cerebro, argumenta Duhaime, más probable será que tengamos un futuro.
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