Cada gota de agua cuenta: es momento de actuar en América Latina y el Caribe

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El cambio climático, una presión crítica sobre el ciclo del agua

El cambio climático está interrumpiendo el ciclo del agua: el aumento del calor está causando que los glaciares andinos se derritan o desaparezcan. Cuando esto ocurre, los caudales de verano hacia los ríos también disminuyen o desaparecen.

El cambio climático también está afectando dramáticamente los patrones de lluvia. El Quinto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) muestra que mientras la precipitación anual aumentó en América del Sur entre 1950 y 2018, disminuyó en América Central y el centro-sur de Chile durante el mismo período.

Menos precipitaciones y temperaturas más altas pueden hacer que el agua fluvial disponible disminuya en muchos países y en las cuencas más críticas. 

Los períodos prolongados de calor y sequía aumentan la demanda de agua en las ciudades de la región. El aumento de la temperatura también ha generado mayores tasas de evaporación de la vegetación y los cuerpos de agua, en un momento en que el agua suele ser más escasa. Esta tendencia conduce a un aumento del déficit hídrico en casi toda América Latina y el Caribe.

Además, la variabilidad de las precipitaciones está aumentando, lo que genera más incertidumbre para los administradores del agua que intentan garantizar el servicio y gestionar los riesgos relacionados con el agua, como las sequías y las inundaciones. 

Cuando la fuente se seca

Según el Banco Mundial, en los últimos veinte años, América Latina experimentó 74 sequías, que provocaron más de US$13.000 millones en daños. Este fenómeno impacta en la producción agropecuaria y en los medios de vida de los agricultores, especialmente de aquellos que viven en condiciones de vulnerabilidad. Por ejemplo, más del 50 % de los 1,9 millones de pequeños agricultores viven bajo estas condiciones en el Corredor Seco, una región ecológica en la costa del Pacífico centroamericano afectada por la sequía y la inseguridad alimentaria.

En Argentina, los golpes de sequía son numerosos. Más del 90 % de las pérdidas económicas en la producción agrícola se deben a la variabilidad climática, en particular a las sequías. Para los habitantes de Paraje Pozo del Toba, en la provincia del Chaco, el acceso al agua potable siempre ha sido un desafío. Recientemente, la zona se ha enfrentado a sequías aún más frecuentes y prolongadas, así como a graves inundaciones, que afectan negativamente a la salud y las condiciones de vida de su población.

Para obtener agua, los miembros de la comunidad, en su mayoría mujeres y niñas, tienen que caminar varios kilómetros hasta una laguna, su única fuente de agua. En tiempos de sequía, las lagunas también se ven afectadas, dejando a la comunidad sin este recurso limitado. Bernarda, una de las residentes, mostró un cubo con agua ligeramente oscura de la laguna mientras comentaba los desafíos de la comunidad.

En los últimos 20 años, América Latina y el Caribe experimentó más de 548 eventos de inundación extrema que causaron US$26.000 millones en daños. 

Las inundaciones afectan a más de 1,8 millones de personas cada año. La frecuencia de estas inundaciones y aludes aumentó unas 1,6 y 1,5 veces, respectivamente, en tanto los cambios climáticos auguran un agravamiento de esta tendencia.

Agua y alimentos: el nexo para salvar vidas

La región es un importante productor agropecuario a nivel local y mundial; millones de hogares dependen de este sector. De acuerdo a información del Banco Mundial, la agricultura representa el 13,5 % del empleo total y el 4,7 % del producto interno bruto (PIB) de la región. La región también es responsable del 14  % de la producción agropecuaria a nivel mundial y es el mayor exportador neto de alimentos del planeta.

De esta manera, la irrigación es esencial para mejorar la productividad, las exportaciones y el empleo. De forma particular, la irrigación es crucial para la seguridad alimentaria en regiones áridas, como el Corredor Seco en América Central y las zonas occidentales de Argentina, Chile, norte y centro de México, y Perú.

Chile: el 11 % de las exportaciones totales dependen en parte de productos agropecuarios de regadío.

República Dominicana: la agricultura por irrigación representa el 26,8 % del área cultivada y el 5 % del valor agropecuario del PIB.

Perú: el 53 % del área cultivada representa el 7 % del valor agropecuario del PIB.

En Dory, una pequeña comunidad en el municipio de Cavillion al sur de Haití, las personas saben de la importancia de los sistemas de riesgo para producir alimentos. Luego del impacto devastador del huracán Matthew y de un terremoto en 2021, la represa y algunos canales del pueblo, utilizados para la producción agropecuaria, sufrieron daños considerables. Más de 3.800 productores rurales del área dependen de estos sistemas de irrigación.

En la actualidad, la región cuenta con un mejor sistema de irrigación y distribución del agua de drenaje gracias a un programa financiado por el Banco Mundial que rehabilitó la represa y algunos canales, aumentando significativamente la producción de maíz, berenjena y frijoles.

Anteriormente, los rendimientos eran escasos, dice el productor de Dory Michel Soy. Por cada kilogramo de frijoles sembrados se cosechan 35 kilogramos, comparado con los 15 o 25 kilogramos producidos antes de mejorar o rehabilitar los sistemas de riesgo, explica Michel.

El agua, una fuente fundamental para la electricidad de la región

Alrededor del 45 % de la electricidad en América Latina y el Caribe proviene de plantas hidroeléctricas.

La energía hidroeléctrica es la principal razón por la cual más de un cuarto de la energía primaria de la región proviene de fuentes renovables, el doble que el promedio mundial.

Esto hace de América Latina una de las regiones más verdes, con las menores emisiones de gases de efecto invernadero en términos absolutos y per cápita.

La región busca desarrollar fuentes renovables no convencionales, como la energía solar y eólica, cuya escala puede ser pequeña y requerir una menor inversión inicial, pero cuyos patrones de producción son menos predecibles. 

No obstante, la energía hidroeléctrica sigue jugando un importante papel regulador como garante de la estabilidad del suministro energético de América Latina, a medida que estos nuevos recursos se conectan a la red. Asimismo, la región puede facilitar el desarrollo multipropósito: producir electricidad y controlar las inundaciones, agua para irrigar, suministro de agua en áreas urbanas y transporte fluvial.

Capacidad instalada de energía hidroeléctrica como porcentaje de la generación total de electricidad

Fuente: Ubierna, Alberti and Alarcon Rodriguez, 2020

Generación de electricidad por tipo

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