Fertilizantes “libres de carbono”, ¿utopía o realidad?

alejandro blanco, Medium, octubre 2023

Recientemente, la propuesta del presidente de Colombia, Gustavo Petro, de convertir las hojas de coca en fertilizante libre de carbono ha llamado la atención de los medios de comunicación y de aquellos interesados ​​en la transformación agrícola.

¿Qué tan factible es esta idea? ¿Es una solución inteligente para reducir el tráfico de drogas y la industria de fertilizantes sintéticos, y al mismo tiempo contribuir a la conservación del medio ambiente y la reducción del conflicto armado en el país?

Nuestra experiencia con la idea de fertilizantes “descarbonizados”

Elaborar fertilizantes con cero emisiones de carbono fue uno de los objetivos que perseguimos desde hace algún tiempo en nuestro proyecto de transición en Casa el Ocobo .

La idea inicial era desarrollar un huerto familiar de autoconsumo que produjera alimentos orgánicos, fertilizados con fertilizantes “limpios”.

De esta manera, nuestro objetivo era comer de forma saludable, ganar seguridad alimentaria y, lo que es más importante, depender menos de alimentos cultivados a largas distancias de donde vivimos.

Para lograrlo, necesitábamos tierra, agua, sol y fertilizantes limpios.

Producir fertilizantes libres de carbono implica, entre otras cosas, no utilizar energía contaminante durante su fabricación. Todo para evitar la liberación de CO2 a la atmósfera que contribuye al calentamiento global y la degradación de los ecosistemas.

Dado que nuestro jardín es relativamente pequeño (100 m²), pensamos que bastaría con compostar los restos de poda y otros residuos orgánicos generados en nuestro terreno (de 2.100 m²).

Lamentablemente, eso nos resultó muy difícil porque la producción de biomasa (la materia orgánica a partir de la cual se elabora el compost) no era muy abundante en nuestras tierras.

Con el tiempo encontramos formas fantásticas de producir más biomasa en muy poco espacio. Aún así, nunca fue suficiente para cubrir el 100% de nuestras necesidades.

Así que nos vimos obligados a recurrir a fuentes externas de materia rica en carbono y nitrógeno, que son los componentes básicos para elaborar un compost de excelente calidad. Y lo conseguimos, todo en un radio no superior a seis kilómetros.

Pero aquí está el problema: mover grandes cantidades de materia orgánica requiere medios de transporte motorizados que queman gasolina, liberando contaminantes a la atmósfera y socavando el concepto de descarbonización.

Este es un problema a afrontar, no sólo para la recolección de material, sino también para la distribución del producto terminado, en el caso de las hipotéticas fábricas de fertilizantes descarbonizados que propone Petro.

Los fertilizantes libres de carbono son una ilusión (por ahora).

Así, ni a pequeña, ni a mediana, ni a gran escala es posible alejarse del uso de combustibles fósiles para fabricar fertilizantes orgánicos.

Claro, podría hacer suficiente abono para fertilizar un par de macetas pequeñas o un mini jardín de hierbas, por ejemplo. Pero lo que estoy discutiendo aquí es algo más sustancial en términos de garantizar la seguridad alimentaria.

Vale la pena dejar claro que este no es un problema específico de los fertilizantes, sino, en general, de cualquier producto que persiga los mismos ideales, lo que cuestiona la idea de una supuesta economía descarbonizada.

Por supuesto, se podría eludir esta cuestión si logran transportar montones de material mediante carretilla, mula o vehículos propulsados ​​por “energías limpias” (solar, hidrógeno, etc.)… Pero ninguna de las dos opciones es viable para nosotros ahora mismo.

También existe la opción de contar con un gran terreno e implementar sistemas agroforestales (también conocidos como sintrópicos) o silvopastoriles.

Este último se trata de crear sistemas integrales que proporcionen lo necesario para la fertilización del suelo, la producción de alimentos y la cría de animales, todo en un solo lugar. Conformando un tipo de economía circular, donde no haya desperdicio.

Aun así, muy pocas de estas iniciativas consiguen desligarse completamente del uso de combustibles fósiles… Siempre habrá una guadaña, un cultivador, una motosierra, una trituradora, un pequeño tractor, una camioneta. En definitiva, un motor de gasolina que mueve una máquina.

Además, ni los proyectos agroforestales ni los sistemas silvopastoriles son fábricas de fertilizantes orientadas a producir y vender este producto. Si lo fueran, se produciría un proceso lineal (en lugar de circular) que, en última instancia, conduciría a un déficit de los nutrientes necesarios para su propio ecosistema.

Por no hablar de los “complejos industriales” previstos por Petro para la producción de fertilizantes orgánicos. Estos realmente requieren cantidades significativas de energía fósil.

Ya existen muchas grandes fábricas de fertilizantes orgánicos en diferentes partes del mundo. Son impresionantes, producen enormes cantidades de material cada semana, literalmente montones de abono. Todo con la ayuda de maquinaria pesada, por supuesto.

Para los curiosos, pueden echar un vistazo a experiencias como Earth Care Farm , en Arizona Worm Farm , en Estados Unidos; Agro orgánicos gaia , en México; y Biomezclas , Granja Somos Gente , en Colombia.

¿Dónde mudarse?

El dilema es que, si bien pensar en crear complejos industriales para fertilizantes orgánicos o una economía descarbonizada es por ahora una ilusión, tarde o temprano tendremos que afrontar el hecho de que el petróleo no es un recurso infinito.

Por lo tanto, necesitaremos encontrar una manera de sostener la producción de alimentos para alimentar a todos los habitantes del planeta. Esto no depende sólo de la estabilidad política global sino también de la supervivencia de los casi 10 mil millones de habitantes que tendremos en las próximas tres décadas.

Quienes tienen fe en la ciencia esperan tranquilamente un “milagro tecnológico” que nos salvará a todos en el último momento, como en las películas de Hollywood.

Quizás lo que debería hacerse mientras tanto sería reducir nuestro consumo de energía tanto como sea posible, descentralizar las fuentes de recursos clave para la subsistencia (que incluye fertilizantes orgánicos), estimular el surgimiento de pequeñas unidades productivas en cada localidad.

Y finalmente, aprender a vivir con las contradicciones que plantea el momento actual, como desear un mundo post-carbono y seguir dependiendo de los hidrocarburos para sobrevivir.

De todos modos, estas son sólo algunas ideas.

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