Nos convendría mucho auto educarnos para abrir las entendederas, y flexibilizar nuestros sueños y aspiraciones, limitando las fantasías y ciñéndonos a lo que la biosfera permite, que es la que tiene la sartén por el mango.
Antonio Pou
El propio formato de las noticias se centra en lo inmediato y todo parece que sale del microondas, pero el puchero viene cociendo desde hace mucho tiempo. Un mínimo de observación evidencia que el tsunami que nos afecta estas semanas no es una irrupción inesperada, sino que la presión de las situaciones viene creciendo desde hace décadas, lleva alguna hinchándose y en los últimos años se ha ido poniendo tersa a punto de explotar. La fecha del reventón estaba anunciada tras el resultado de las elecciones de los EEUU, y ha sucedido algún mes antes de lo que era de esperar, gracias a la diligencia del señor Trump, animado por el entusiasmo del señor Musk para jugar a las canicas, eso que los venezolanos creo llamáis metras.
De todas formas, esta situación no la ha creado Trump, es un magma que viene calentándose desde hace mucho y que hubiera hecho erupción antes o después, de una manera u otra. Al vivir en lo inmediato no se ha percibido colectivamente, ni tampoco se ha querido, porque funcionamos cerrando los ojos a la evidencia y confiando en que la fantasía, por arte de magia, se convertirá en realidad —lo cual a veces ocurre. Trump y Musk sí han percibido desde hace tiempo la situación y, armados con un sentido egoistón e infantil, se han apresurado a aprovecharse de ella, sin preocuparse de las consecuencias, que supongo esperan las reciban otros, o sus descendientes.
No hay oídos sociales ni ojos colectivos que estén abiertos ante lo evidente. Las voces de las protestas ambientalistas durante estos años no han sido escuchadas, entre otras cosas porque se dirigen hacia los efectos, no a las causas. No es especialmente difícil ver cuáles son esas causas, porque son conocidas de toda la vida, y mi abuelo baturro las definía genéricamente como “el afán jodido”. Lo realmente difícil es saber qué hacer a ese respecto, y a los muchos otros que nos han conducido hasta la situación actual.
Dado que yo tampoco sé cómo dirigirme al colectivo, se me ocurrió escribir lo de “Otro Ambiente”, con la vana esperanza de que los ambientalistas pudiesen percibir que el camino no va por ahí, y que unas cuantas piedras sueltas no necesariamente lo definen, y que algunos ambientalistas se animasen a focalizar su atención en asuntos más relevantes. A mí me parece que una manera de facilitar la comprensión de la situación y cambiar la trayectoria a largo plazo, es que nos fijemos en qué somos, cómo funcionamos, y que prestemos más atención a las potencialidades del humano y a que tratemos, individual y colectivamente, de poner alguna de ellas en marcha. Por eso estoy escribiendo los artículos que envío ahora a El Nacional, aún sabiendo que casi nadie los va a leer.
A corto plazo no veo más solución que la que ofrece el peso de las circunstancias y que conllevan sufrimiento in crescendo y pérdida de orientación, tanto a escala individual como colectiva. Los órganos institucionales que han servido para orientar y pseudo equilibrar las ambiciones y necesidades de los países, como las Naciones Unidas, llevan décadas desinflándose y no se les permite ejercer el papel que se esperaba debieran cumplir. La Corte Internacional de Justicia solo puede actuar con los débiles, con lo que la justicia como tal brilla por su ausencia. El tema del Cambio Climático ha recibido mucha atención mundial, pero yo que durante unos años he vivido de muy cerca sus entresijos en la ONU, lo que puedo decir es que es una mezcla infumable de ingenuidad, ignorancia, hipocresía e intereses de todo tipo. Los ODS son inalcanzables, porque no se dirigen a las causas —que no sabemos ni podemos abordarlas sin unos cambios que no estamos dispuestos a hacer, sino que se dirigen a proporcionar un decorado social de un buenismo que ya no convence.
Ante la pérdida de credibilidad de Naciones Unidas, los países se aprestan a conseguir sus sueños tradicionales y quieren recuperar sus glorias territoriales de antaño, sean de unas cuantas décadas atrás o de hace varios miles de años. El Medio Oriente está cambiando de fisionomía y es improbable que se convierta en una tierra de paz y progreso antes de decenas de años. Posiblemente antes se revertirá la situación anterior a 1991 en Europa, pero a costa de grandes sufrimientos. China se apresta en las próximas semanas o meses a incorporar a Taiwan, cosa que no creo que consiga solo por vía diplomática, y los USA han puesto sus ojos a toda Norteamérica, apoyando un codo en Groenlandia. Es un panorama que invita a ser mirado con realismo y estar dispuesto a moverse con agilidad.
¿Cómo se van a desarrollar los acontecimientos y cómo van a afectar al mundo social, comercial e industrial, local y global? Ni idea, porque la incertidumbre aumenta de día en día, y cualquier, o casi cualquier situación, es verosímil. Lo que no es de esperar es que no ocurran distorsiones importantes, ni que esto vaya a durar poco tiempo. Es posible que no se trate de una revolución cultural, sino más bien de civilización y eso son décadas, muchas. Mientras, seguiremos viviendo, amando, riendo y sufriendo (sobre todo las mentes idealistas). Y seguiremos cultivando, fabricando y comerciando, como toda la vida. Pase lo que pase, en pocos años lo asimilaremos y será “la nueva normalidad”. Nos convendría mucho auto educarnos para abrir las entendederas, y flexibilizar nuestros sueños y aspiraciones, limitando las fantasías y ciñéndonos a lo que la biosfera permite, que es la que tiene la sartén por el mango.