Casper Skern Wilstrup. Director ejecutivo de Abzu
Introducción
Imagina que tienes un prisma de vidrio en la mano. Observas cómo un rayo de luz penetra el prisma y se dispersa en un hermoso espectro de colores. Eres un observador y acabas de presenciar la realidad física. Esto es bastante fácil de aceptar, pero ¿qué sucede cuando empezamos a incluir la conciencia, la experiencia subjetiva de ser y percibir, en la ecuación? Las cosas se ponen un poco complicadas, ¿no?
La ciencia, y en particular la física, tiene una larga historia de abordar realidades objetivas, aquellas que existen independientemente de nuestra mente. Tiene sus raíces en la idea de que podemos medir y comprender el mundo que nos rodea objetivamente, es decir, libres de nuestros prejuicios subjetivos. Pero hay un problema con esta idea. Excluye la capacidad de describir experiencias subjetivas.
La definición de “realidad objetiva” es que es independiente de la mente, pero ¿de qué mente es independiente? La ciencia es contradictoria si no aceptamos la existencia de una mente subjetiva.
Durante mucho tiempo, los científicos no se preocuparon demasiado por el papel del observador en la ciencia. A menudo se dejaba de lado porque los fenómenos físicos eran consistentes, sin importar quién los observara. Pero eso cambió con la mecánica cuántica. De repente, el observador –el sujeto– tomó protagonismo en nuestras ecuaciones. La mecánica cuántica dice que la realidad puede variar según quién la observe, lo que ciertamente arroja una sombra de duda sobre el concepto de una realidad objetiva y universalmente consistente.
Esta revelación centenaria nos ha impulsado a mí y a otros a afirmar: no existe una realidad objetiva. Esta no es una idea nueva, eso sí. Durante casi un siglo, los científicos han estado luchando con las implicaciones de la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad, que a su manera sugieren que nuestra noción de objetividad, mantenida durante mucho tiempo, es errónea e incluso está desactualizada. Sin embargo, a pesar de estas ideas, seguimos aferrándonos a la idea de una realidad objetiva.
Este ensayo es un llamado a la acción. Es hora de que dejemos de ignorar las verdades que la mecánica cuántica y la relatividad nos han estado diciendo durante décadas y abandonemos la idea de una realidad objetiva. Es hora de aceptar que la realidad, tal como la ve el observador, es todo lo que existe; el concepto de una realidad «objetiva» desprovista de observación es fundamentalmente defectuoso. Si ahora, después de 100 años de estancamiento, finalmente pudiéramos aceptar esto, podríamos encontrar una manera de reconciliar la realidad física con la conciencia, haciendo que el llamado «problema difícil de la conciencia» desaparezca en el aire, porque siempre fue un artefacto. de una mala comprensión de la realidad. Entonces, profundicemos y veamos cómo sería ese mundo.
El problema
La ciencia opera sobre la premisa de hechos observables. Si dejas caer una manzana, se cae. Esta acción es válida para todos, en todas partes y en todo momento, o eso creíamos. Durante muchos siglos, este concepto fue fácil de aceptar porque el mundo parecía funcionar de manera consistente para todos los observadores. Si dejo caer una manzana, la verás caer igual que yo. Esta realidad consensuada nos permitió crear una comprensión común del mundo, basada en mediciones “objetivas”.
En realidad, esta idea de objetividad siempre debería habernos parecido extraña. Hemos construido todo un sistema de ciencia física que flota en el aire, a menos que esté anclado a un observador. Como he escrito antes, las leyes de la física son completamente circulares. Todos los conceptos de la física están unidos en un enorme marco matemático, pero los conceptos no están conectados con nada más, excepto por su referencia al observador.
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Así que deberíamos haber sabido desde el principio que la objetividad era una idea errónea, pero en realidad no lo sabíamos, hasta que la idea empezó a desmoronarse con la llegada de la mecánica cuántica. Esta rama de la física trastocó la noción de que todos los observadores experimentan la misma realidad. Más bien, demostró que el observador –el sujeto– desempeña un papel central en cómo se presenta la realidad.
En el ámbito cuántico, las partículas pueden estar en varios lugares al mismo tiempo hasta que son observadas, momento en el que entran en un estado definitivo. El acto de medición del observador influye en el comportamiento de estas partículas. Esto sacudió los ya frágiles cimientos del concepto de una realidad objetiva.
Para decirlo de otra manera, la mecánica cuántica sugiere que la realidad ni siquiera existe en un estado definitivo independiente de la observación. Es como si el acto de observación trajera la realidad a la existencia. Esto no quiere decir que la observación cree la realidad, lo cual es un error común. Más bien, el acto de observación revela una versión de la realidad que es única para el observador.Más bien, el acto de observación revela una versión de la realidad que es única para el observador.
Si adoptamos esta perspectiva, es fácil ver que la realidad objetiva no existe. No existe una forma única y definitiva de cómo es el mundo. Más bien, lo que consideramos realidad está profundamente ligado a nuestra observación de ella.
A pesar de la evidencia de la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad, muchos de nosotros todavía nos aferramos obstinadamente a la noción obsoleta de una realidad objetiva. Nos consuela la creencia de que el mundo existe de una manera particular, independientemente de nuestra percepción. Sin embargo, este concepto no sólo es infundado sino también un obstáculo para nuestra comprensión del universo.
La noción de objetividad ha tenido una buena racha, pero ya es hora de que la retiremos. No es adecuado para el mundo que describen la mecánica cuántica y la relatividad. Al aferrarnos a él, intentamos aferrarnos a un mundo que no existe, un mundo que es independiente de los observadores. Es hora de aceptar que la realidad no es algo que está «ahí fuera», sino algo que surge de nuestras interacciones con el mundo.
Una falsa dicotomía
Desde los días de Galileo, las matemáticas han sido nuestro lenguaje de referencia para describir el mundo que nos rodea. Los modelos matemáticos han allanado el camino para numerosos avances científicos y avances tecnológicos. Es un enfoque que ha servido bien a la humanidad y continúa haciéndolo. Sin embargo, hay una presunción subyacente en este enfoque que vale la pena examinar.
Nos hemos acostumbrado a la idea de que las ecuaciones que utilizamos en ciencia describen una realidad objetiva. Pero como antes hice lo mejor que pude para derribar la idea de objetividad, esto no es lo que dicen la mecánica cuántica y la relatividad. La realidad no es objetiva; depende del observador. No existe ahí fuera, independientemente de nosotros; más bien, encuentra su forma cuando la observamos.
Entonces, ¿deberíamos descartar las ecuaciones? De nada. Estos modelos matemáticos han demostrado su valía una y otra vez. Nos proporcionan una poderosa herramienta para predecir y manipular el mundo que nos rodea. Sin embargo, debemos reconocer que estas ecuaciones no describen una realidad objetiva. En cambio, capturan cómo aparece la realidad ante el observador.
Espero haberles convencido de que la noción de que existe un mundo objetivo independiente del observador es simplemente errónea. Pero esto significa que lo subjetivo tampoco es lo que pensábamos que era. No es un mundo de caprichos y prejuicios personales, sino más bien una realidad dependiente del observador informada por los rigurosos modelos matemáticos de la física.
Esta comprensión no deja lugar a ciertas filosofías mentales predominantes que intentan explicar la conciencia como una ilusión. Estas perspectivas sostienen que simplemente estamos alucinando nuestras experiencias, que no existe un observador consciente. Pero esta visión está en desacuerdo con las implicaciones de que la realidad se defina sólo en relación con el observador subjetivo. Si realmente creemos que no hay observadores conscientes, entonces tampoco puede haber realidad alguna.
La imagen que el ilusionismo crea en mi mente es la de un elaborado conjunto de ecuaciones ancladas a nada más que a sí misma, flotando y desapareciendo en el aire.
Hay otros que proponen mantener una línea clara entre los reinos subjetivo y objetivo formulados como varios tipos de dualismo. Pero esto también es un error. Si no existe una realidad objetiva, no hay necesidad de crear una dicotomía con lo subjetivo. El mundo que experimentamos no es ni objetivo ni subjetivo. Es una realidad dependiente del observador que resulta bien captada por nuestros modelos matemáticos. Esta realidad no existe a pesar de nosotros sino gracias a nosotros. Es hora de que reconozcamos esto y descartemos la falsa dicotomía entre lo objetivo y lo subjetivo.
Redefiniendo la realidad
Nuestra comprensión de la realidad necesita una revisión completa. En lugar de verlo como un escenario externo fijo en el que se desarrollan los acontecimientos, deberíamos considerarlo como una interacción dinámica entre los observadores y su entorno. La realidad, desde este punto de vista, no reside ahí fuera, independientemente de nosotros. Más bien, la realidad son nuestras interacciones con el mundo, moldeadas y definidas por nuestras observaciones. La realidad no es más que esas interacciones entre sujetos.
Este cambio de perspectiva pone al observador –el sujeto– en primer plano y lo integra con el mundo tradicionalmente objetivo. Si el papel del observador es crucial para determinar la realidad, entonces la conciencia, como sede de la observación, no puede ser un mero subproducto de los procesos físicos. Más bien, la conciencia es fundamental para la naturaleza de la realidad misma.
Con la desaparición de un mundo objetivo, el reino subjetivo de la conciencia sale de las sombras y pasa a ser el centro de atención. La conciencia no es algo que sucede dentro de la realidad; es parte integral del tejido mismo de la realidad. De hecho, podría ser más exacto decir que la realidad ocurre dentro de la conciencia. Este cambio tiene profundas implicaciones para nuestra comprensión de nosotros mismos y de nuestro lugar en el universo.
No creo que el idealismo esté mal. Pero creo que es una forma muy extraña de formular algo que se puede expresar de forma mucho más sencilla.
Esto podría considerarse una muestra de la visión idealista de la filosofía. No creo que el idealismo esté mal. Pero sí creo que es una forma muy extraña de formular algo que puede expresarse de forma mucho más sencilla; no existe nada más que observadores y sus interacciones. De hecho, el mundo exterior existe, pero está formado enteramente por observadores que pueden interactuar entre sí a través de un conjunto de principios y reglas que llamamos física y que hemos logrado expresar muy bien en un sistema de ecuaciones matemáticas. Esta es, por supuesto, la visión filosófica conocida como panpsiquismo, y creo que es la única visión que tiene sentido (siendo el idealismo una alternativa aceptable, siempre y cuando reconozcamos que expresa lo mismo usando palabras diferentes).
Acepto que quizás no te haya convencido de abrazar el panpsiquismo. También me tomó un tiempo darme cuenta de que no existe una alternativa más sencilla ni mejor para comprender la realidad.
Pero no importa por qué punto de vista se incline, espero al menos haberlo convencido de que el cambio hacia una realidad unificada y dependiente del observador nos obliga a abandonar, de una vez por todas, las ideas anticuadas y anticientíficas de lo objetivo y lo subjetivo.
Espero al menos haberlos convencido de que el cambio hacia una realidad unificada y dependiente del observador nos obliga a dejar de lado, de una vez por todas, las ideas obsoletas y anticientíficas de lo objetivo y lo subjetivo.