
Alejandro Maceira, Director Newsletter. 7 de julio de 2025
“El mayor problema de la comunicación es la ilusión de que se ha producido.”
— George Bernard Shaw
En un momento en que la sequía, el cambio climático y la presión sobre los recursos son más visibles que nunca, el Real Instituto Elcano nos obliga a mirar en otra dirección: no hacia las infraestructuras, ni siquiera hacia las soluciones técnicas, sino hacia el espejo social. Su informe sobre percepciones ciudadanas en torno al agua en España —el primero de esta envergadura— no ofrece titulares fáciles ni confirma lo que nos gustaría oír. Lo que muestra es una sociedad preocupada, sí, pero poco dispuesta a actuar; consciente del problema, pero sin confianza en las soluciones ni en quienes deben liderarlas.
El dato más rotundo es también el más desconcertante: el 60 % de la población se declara altamente preocupada por la situación del agua, pero menos de la mitad acepta medidas básicas como el pago de una tarifa ajustada o el uso de agua regenerada. Apenas un 25 % bebería agua regenerada, y casi la mitad de los encuestados no habla nunca sobre agua con su familia o en su entorno laboral. El silencio social es ensordecedor. Y la desconfianza institucional, estructural.
Este desfase no es anecdótico. Es una amenaza directa a la viabilidad de cualquier política pública que pretenda transformar el modelo hídrico. Sin legitimidad social, no hay transición posible. Invertir en digitalización, regeneración o eficiencia está bien —es imprescindible—, pero no será suficiente si la ciudadanía no se reconoce en ese cambio, no lo comprende ni lo asume como propio. El informe de Elcano lanza una advertencia clara: la política del agua necesita hablar otro lenguaje. Uno que no solo informe, sino que escuche, traduzca y convoque.
Ese es precisamente el terreno en el que algunas propuestas tecnológicas empiezan a marcar la diferencia. Es el caso de la solución planteada por Vodafone Business, que utiliza sensores NB-IoT, plataformas predictivas y sistemas de telelectura continua para gestionar el ciclo urbano del agua. Más allá de la eficiencia operativa, lo que ofrece este modelo es transparencia. Datos que empoderan. Información en tiempo real que permite anticipar fugas, medir consumos reales, detectar patrones anómalos y, sobre todo, comunicar con precisión. La tecnología, bien entendida, no es solo una herramienta: es una narrativa alternativa al ruido, una fuente de confianza cuando las palabras ya no bastan.
En paralelo, el sector se refuerza con liderazgos preparados para construir esa confianza. La elección de Belén Gutiérrez como nueva presidenta de la Asociación Española de Desalación y Reutilización (AEDyR) es un buen ejemplo. Con más de 20 años de experiencia en tratamiento de agua, una trayectoria consolidada en GS INIMA y una fuerte vinculación con el ámbito académico y asociativo, representa una nueva etapa para la entidad. Su visión combina conocimiento técnico, proyección internacional y compromiso con la innovación. Al frente de un equipo diverso de profesionales, Gutiérrez llega en un momento clave, en el que el impulso de soluciones no convencionales necesita también referentes sólidos y reconocidos.
Tres planos —percepción, tecnología, liderazgo— que convergen en un mensaje claro: para transformar el agua, hacen falta más que infraestructuras. Hace falta legitimidad. Hace falta una conversación pendiente. Y hace falta quienes estén dispuestos a liderarla con datos, con relato y con convicción.