Fundación Antama. 25 de noviembre de 2025.

Investigadores del CRAG han dado un paso crucial para mejorar la producción de tomate en climas fríos. Han identificado y potenciado los niveles de unas moléculas clave en las membranas celulares, conocidas como esteroles glicosilados (GS), que no solo dotan a la planta de una tolerancia a las bajas temperaturas, sino que lo hacen sin frenar su desarrollo ni su crecimiento.
El estudio, liderado por los científicos de la Universidad de Barcelona en el CRAG Albert Ferrer y Teresa Altabella, y publicado en la revista Plant Physiology, abre la puerta al desarrollo de variedades de tomate (Solanum lycopersicum) más robustas
El Talón de Aquiles del tomate
El tomate, debido a su origen tropical, es notoriamente sensible a las temperaturas frías, especialmente las que se encuentran en el rango de 0 a 12 °C. La temperatura óptima de cultivo del tomate está entre 20 y 28 °C, y la caída por debajo de los 10-12 °C afecta negativamente su desarrollo.
Hasta ahora, la mayoría de los estudios sobre resistencia al frío se habían centrado en plantas donde los esteroles glicosilados eran minoritarios. Pero en el tomate, y en general en la familia Solanaceae, los GS son la forma de esterol predominante en sus membranas. Los investigadores del CRAG han demostrado que estos GS actúan como sensores clave que detectan el estrés por frío y activan mecanismos moleculares protectores.
Implicaciones agronómicas
El gran potencial biotecnológico de la investigación radica en que, a diferencia de otras modificaciones genéticas, el aumento de GS no tuvo ningún efecto negativo sobre el crecimiento ni el desarrollo de las plantas en condiciones normales de cultivo.
“Hemos demostrado que los esteroles glicosilados no solo protegen la membrana, sino que activan una respuesta molecular completa que prepara la planta para resistir el frío”, explica Teresa Altabella, investigadora del CRAG y coautora del estudio.
La modificación de estas vías metabólicas podría ser una estrategia viable para la agricultura, ya que permitiría desarrollar variedades de tomate más resistentes para su cultivo en campos expuestos a bajas temperaturas o en invernaderos que no requieren calefacción, lo que se traduciría en un beneficio importante en términos de rendimiento y productividad.
Fundación Antama. 25 de noviembre de 2025


