Diego Rusticucci. . Utopia Urbana.
En el mundo actual es urgente repensar la dinámica urbana en clave metropolitana. Diego Rusticucci, arquitecto y urbanista, propone abordar el desarrollo territorial con una mirada multiescalar, cooperativa y centrada en las dinámicas reales de las ciudades. Frente a la concentración del PBI, la pobreza y las emisiones, urge planificar con inteligencia colectiva. Conoce detalles de este nuevo episodio del ciclo “Debatiendo el Futuro de las Ciudades” en nuestro canal de YouTube

La urbanización del planeta avanza a paso firme. Según datos de la ONU, más del 55% de la población mundial vive hoy en ciudades, y se estima que esa cifra llegará al 70% hacia 2050. Dentro de este crecimiento, el concepto de metrópolis cobra una relevancia decisiva. Ya no alcanza con pensar en las ciudades como entidades aisladas: las dinámicas de producción, movilidad, hábitat y gobernanza se desarrollan en escalas mucho más amplias.
Para profundizar en esta visión, en este nuevo episodio del ciclo de entrevistas “Debatiendo el Futuro de las Ciudades” del canal de YouTube de Utopía Urbana conversamos con Diego Rusticucci, arquitecto especializado en urbanismo metropolitano y actual coordinador del Programa de Desarrollo Metropolitano de la UNTREF. Además, es presidente de la Comisión de Planeamiento de la Sociedad Central de Arquitectos y lidera el capítulo latinoamericano de la International Metropolitan Fellowship.
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La metrópolis: una unidad funcional compleja
La dinámica urbana fue cambiando en las últimas décadas, pero algo queda en claro, el peso de las ciudades será cada vez más determinante. Y entre ellas, las ciudades metropolitanas ganan relevancia y plantean nuevos desafíos a nivel social, ambiental, habitacional y de desarrollo, en especial entre los países emergentes. Sólo como referencia, en el mundo unas 600 áreas metropolitanas concentran el 60% del PBI global, según indica el McKinsey Global Institute. Además, actualmente el 30% de la población mundial vive en menos de 2.000 metrópolis y también se espera un crecimiento, ya que para 2035 llegaría al 40%.
Esto transforma la forma en la que debemos entender y gestionar las áreas metropolitanas, dados los temas emergentes que son determinantes a futuro. Según ONU HABITAT: “las metrópolis no se definen ni por su población, extensión territorial, ni por el número de sus jurisdicciones locales, sino por su geografía funcional”.

Rusticucci entiende esta nueva lógica y propone un enfoque claro: “Me gusta definir a las metrópolis como unidades multifuncionales complejas. Abordar lo metropolitano es animarse a comprender y gestionar esa complejidad”. Y explica por qué esto es clave: “En estas áreas metropolitanas se produce alrededor del 75% del PBI global, y también allí se generan el 75% de los gases de efecto invernadero. Pero, al mismo tiempo, en muchas regiones del sur global, también es donde se concentran los hábitats más precarios”.
Por eso, la escala metropolitana es crítica: en ella coexisten desafíos económicos, ambientales y sociales. “El desarrollo económico y la competitividad conviven con la pobreza estructural, el cambio climático y la necesidad de modelos urbanos más sostenibles. Se requiere una intervención multidimensional y multiescalar”, agrega el experto.
Más allá de los límites jurisdiccionales
Una de las ideas más fuertes que plantea Rusticucci es la necesidad de superar la lógica de la ciudad dentro de sus fronteras políticas. “Las grandes ciudades ya no coinciden con sus límites administrativos. Si uno piensa en Buenos Aires, Rosario, Nueva York o Delhi, tiene que pensarlas como metrópolis que desbordan cualquier división territorial”.
En este sentido, retoma un concepto clave de ONU-Hábitat, revalidando la idea que las metrópolis no se definen por la cantidad de habitantes o su extensión, sino por su geografía funcional. “Por eso debemos mirar los flujos: de personas, bienes, servicios, energía y agua. Comprender cómo circulan esos flujos es entender su metabolismo urbano”.

Desde esa perspectiva, Buenos Aires, por ejemplo, no se agota en el Conurbano ni en la Ruta 6. “Su verdadero metabolismo metropolitano abarca gran parte del núcleo productivo de la provincia. Y algo similar ocurre con Rosario. Por eso es clave pensar una región metropolitana ampliada, incluso con perspectiva policéntrica”, sostiene Rusticucci.
Metrópolis sostenibles: del discurso a la planificación estratégica
Pensar el desarrollo metropolitano desde el paradigma de la sostenibilidad implica una transformación profunda. “Hay que incorporar una mirada bioambiental —sostiene Rusticucci—. La configuración del área metropolitana debe responder a unidades ecológicas. Eso implica valorar la geografía, los cursos de agua, la matriz energética, los suelos productivos y las infraestructuras territoriales”.
En esta lógica, destaca el eje del Paraná y el Río de la Plata como columna vertebral del desarrollo argentino: “La región metropolitana ampliada de Buenos Aires y Rosario concentra entre el 70% y el 80% del PBI nacional. Si logramos una articulación policéntrica de este corredor, podemos distribuir población, empleo y servicios, reduciendo las presiones sobre las ciudades centrales y potenciando ciudades intermedias como San Pedro, Junín o San Nicolás”.
La clave está en la planificación estratégica. “Tenemos que preguntarnos dónde localizamos los parques industriales, las universidades, los hospitales, las huertas. Y cómo ordenamos el suelo entre lo urbano, lo periurbano y lo rural. Eso requiere inteligencia colectiva”, remarca el arquitecto, quien ha sido parte de diversos proyectos de organismos internacionales.
Institucionalidad para la transición
Claro está que un cambio de esta magnitud necesita nuevos marcos institucionales. “La gobernanza metropolitana no puede quedar limitada a la suma de voluntades políticas entre municipios. Tiene que haber una institucionalidad capaz de estructurar las decisiones desde una perspectiva social, productiva, ambiental y territorial”, subraya Rusticucci.
Y concluye con una idea fuerza: “La planificación metropolitana debe orientarse a generar empleo, a reducir desigualdades y a construir territorios sostenibles. No se trata solo de diseñar infraestructuras, sino de imaginar nuevas formas de habitar, más justas y resilientes”.