Sindéresis – Alturismo – Ciudadanía

Alicia Ponte-Sucre. Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales.

La primera vez que escuché el término sindéresis me quedé pensativa… no sabía de donde podría venir y qué significaría… lo que escuché decir fue: “actúa con sindéresis”.

Me quedé de una pieza y en cuanto pude busqué la etimología de la palabra… Aquí se las dejo: del griego «syntéresis» (discreción) que deriva, a su vez, de «syntéreo» (estar atento, observar). Dicho término llegó al griego bizantino como syntrēsis, que en el latín medieval derivó en synderesis.

Escudriñando un poco más conseguí que sindéresis se refiere a la capacidad del individuo para distinguir el “bien del mal”, para captar y reconocer los “primeros principios morales”. Esta definición es escolástica y formal y, de hecho, sindéresis es un término que casi está en desuso.

Investigando más aún descubrí que el término fue utilizado por los filósofos para respaldar que el ser humano, en general, “está capacitado para reconocer el bien (al que daban un valor absoluto) y distinguirlo del mal, de un modo intuitivo (por naturaleza, pues)”, del mismo modo que está capacitado para reconocer los principios del razonamiento. Es decir que la idea de sindéresis alude a la sensatez y la rectitud a la hora de realizar un juicio. La insensatez, se define en este marco, como lo opuesto a la sindéresis.

Como ya mencioné, en la actualidad casi no se usa este término, pero es ella – la sindéresis – una de las herramientas que nos permite trabajar en conjunto para la preservación de la propia especie desde un punto de vista no biológico.

Contrario a lo que pueda pensarse, el altruismo clásico, significando el sacrificio por los demás, no está considerado en esta situación, sino en “actuar en el mejor interés de los demás, siendo generoso y sintiendo empatía por el otro”, centrado en la necesidad – y el deber -, de reconocerse (reconocernos) como parte de un conjunto (la raza humana); en este reconocimiento intuimos que el resto de los integrantes del conjunto actuará de igual forma para preservar la especie.  En la actualidad, centrarse en el reconocerse es el resultado de un proceso cognitivo como pensar y razonar, estar consciente, que se transforma en un hábito inconsciente al practicarlo.

Más aún, podríamos vislumbrar que un comportamiento ajustado a la sindéresis no corresponde a un momento evolutivo en particular, sino que constituye un continuo durante nuestra evolución como especie y que no es exclusivo de la especie humana. De hecho, se dice que, por ejemplo, las normas de ética, no parecen limitarse a una especie o un momento de la historia, sino que tienden a formar parte de la esencia de la vida misma; un recurso indispensable para mantener un balance esencial, entendido como flujo de fuerzas, que, más allá de las ideas pasajeras, impide que nos extingamos.

Es decir, que la sindéresis ocupa un nivel primario de conciencia moral, y constituye un juicio de la razón práctica sobre la “bondad o maldad” de una acción concreta, sin llegar a ser infalible. Según Tomás de Aquino, la sindéresis o razón natural puede considerarse como la apertura cognoscitiva de la persona humana a su propia naturaleza.

La sindéresis entonces “habla” de igual forma a todos los humanos, a sus fines concretos: la conservación de la vida, la transmisión de su genética a la prole que le sucede – o inmortalidad en el sentido amplio de la palabra -, la convivencia, la búsqueda del conocimiento y la verdad, todos ellos como inclinaciones naturales que contribuyen al bienestar de la persona y del conjunto conformado por las personas.

De ese carácter primario se vislumbra que la sindéresis está vinculada a la esperanza por una mejor vida. Pero la sindéresis interpela al individuo, exige una respuesta personal frente a los hechos (lo que indica su carácter cognitivo). Es una fuente de sentido común frente a situaciones que nos permiten escoger actuar (es decir, estar consciente) en pro del bien común. Finalmente, es a partir de ella que la persona adquiere consciencia de su libertad para tomar decisiones; sin embargo, tiene conocimiento de que su libertad no es absoluta; el bien común reclama el tomar las decisiones correctas actuando conscientemente.

Es decir, la sindéresis es sinónimo de sensatez unida a la conservación del individuo, del grupo y de la especie humana. Para ello se requiere haber reflexionado (tener consciencia) sobre lo que cada uno somos, y cuál es nuestro valor para el conjunto. Aristóteles describe la consciencia como sensible e intelectual, distingue entre conocimiento espontáneo y reflexivo, y añade conocer que se conoce al conocimiento espontáneo:

El que ve, se da cuenta de que ve, y el que oye, de que oye, y el que anda, de que anda, y en todas las otras actividades hay igualmente algo que percibe que estamos actuando y se da cuenta, cuando sentimos, de que estamos sintiendo y, cuando pensamos, de que estamos pensando, y percibir que sentimos o pensamos es percibir que somos”.

El conocimiento reflexivo incluye (re)conocer la realidad principalmente más que conocerla y por eso, el conocimiento se hace consciente: el individuo conoce y sabe que conoce, el conocimiento se reconoce a sí mismo. Entra en juego el sentido común, espacio donde se integran sensaciones que ninguno de los sentidos particulares puede completar por sí mismo: Se ve el color y se siente que se ve, se escucha la música y se siente que se escucha, se toca y se siente que se toca; estos actos producen emoción, no somos indiferentes a ellos. Una relación armónica – inteligencia – emoción – como plataforma de esperanza y gratificación por el conocimiento comprendido y producido, pero, además por (re)conocer que producimos ese conocimiento. Así, la sindéresis integra iniciativa, organización, alegría, esperanza.

El nivel más elaborado de consciencia reside en la inteligencia. Facultad individual que estamos conscientes de tener. A este nivel el conocimiento desarrollado trasciende de lo singular y concreto, a lo universal y fundamental, y se traduce en ciencia -conocimiento – y en su trascendencia al colectivo. La inteligencia percibe y procesa sus actos, los lleva a cabo, y se descubre a sí misma como objeto de su propio conocimiento.

Pero, siempre hay un pero que nos abre interrogantes, la consciencia del individuo – de sí mismo – no alcanza todas las dimensiones. La (auto) conciencia del humano es una realidad limitada; ella nos obliga a (re)conocer que, junto a ella existe lo no consciente o inconsciente. Este puede ser nuestro aliado al asociarlo a experiencias, recuerdos y creencias positivas. Sin embargo, la vida es un constante cambio y si no enfocamos nuestra atención en adaptarnos a esos cambios, el inconsciente en su juego de azar no puede ser nuestro aliado, permanecerá en el pasado, atrayendo una carga de pesimismo asociado.

Pero la esperanza por una mejor vida está vinculada a la capacidad de “dar” del ser humano. Y así de forma indirecta podemos pensar que, aunque sindéresis y altruismo no son en ningún caso sinónimos, pudieran estar más cercanos conceptualmente de lo que creemos. Ambos la sindéresis y el altruismo, nos hablan de comportamiento con sentido común y razonable, y nos permiten trabajar por el bienestar común, en pro de la colectividad y de la preservación de la especie. Pero ellos como concepto no son sinónimos; el altruismo conlleva generosidad, empatía, filantropía, la sindéresis no lo incluye. Sin embargo, podríamos pensar que la sindéresis es un escalón elaborado – razonado – del altruismo puesto que en este último hay contradicciones evolutivas elocuentes; genéticamente la generosidad o el denominado “sacrificio personal” no necesariamente se traduce en la preservación del individuo, más si de la comunidad -mediando procesos epigenéticos (Parte I y II) -, para garantizar la supervivencia de la especie.

Es decir, la sindéresis podría pensarse como “altruismo”, en el cual las interacciones entre los individuos se traducen en beneficios mutuos gracias a la expresión – razonada y razonable – de la inteligencia y la voluntad (con fundamentos biológicos y evolutivos) de cada miembro del conjunto, por el bien común. Para ello contamos en el caso de los humanos con la naturaleza humana, la genética “disponible”, perfectible, que nos otorga esencia como únicos, nuestra huella dactilar.

Pero, en realidad, el curso de cada vida es obra propia, fundamentada en nuestra naturaleza y nuestra historia personal, nuestra voluntad y nuestra inteligencia, y adicionalmente es producto de las decisiones que tomamos frente a los acontecimientos que sin cesar cruzan por nuestras vidas. Ambos, acontecimientos y decisiones, se modulan recíprocamente. Por ello, al voltear la mirada y observar el resultado de nuestro proyecto de vida, vislumbramos apenas los rasgos fundamentales, muchos cambios y correcciones son impuestas por el entorno, y ellos nos obligan a “improvisar”, fundamentados en nuestra experiencia y en lo que nos dice nuestro yo interno.

Esto implica que la mayor parte de nuestra existencia es inconsciente y no la decide la razón, porque más del 95% de nuestra conducta es automática. En los momentos cruciales de nuestra vida lo que nos motiva es el conocimiento cognitivo sumado a “un hacer epigenético”, que hace de la vida de cada quien única, a pesar de compartir naturaleza humana con el resto de los humanos y muchas cosas con quienes están en nuestro entorno cercano.

Este impulso interno, llamado por Gracian “la gran sindéresis”: representa la custodia instintiva de cada quien desde un punto de vista pesimista y agorero. Principios innatos y concretos, resultantes de pensar, sentir y querer. Al revisar cada quien su vida observamos que hemos obedecido siempre estos principios y que ellos han sido un hilo invisible que teje nuestras experiencias de forma instintiva en caso de necesidad. Sin embargo, si asumimos una posición optimista enfatizamos que la sindéresis representa un proceso de razonamiento que surge originariamente de los sentimientos, pero que se transforma en consciencia al (re)conocer(nos) y enfocar nuestra atención en la responsabilidad de lo que nos acontece.

Entonces, la sindéresis podría definirse como un instinto de conservación a nivel individual, y un hábito, destinado a la especie, el humano, a nivel colectivo; instinto de conservación – sensata – personal que en el mundo social se transforma en una “sindéresis colectiva” que logra la conservación del humano. Y de nuevo se asoma el altruismo y su potencial sinonimia con sindéresis: cualquier acción en la que reluzca el desinterés por el reconocimiento, y la empatía en aras del bien común puede ser atribuida a la sindéresis puesto que va en beneficio de la conservación, de la comunidad, ya que ambos se conjugan con el bienestar propio y social.

Esta discusión desemboca en un tema que está presente cada vez más en nuestro diario convivir, el concepto de ciudadanía como condición que le otorga a las personas derechos – políticos y sociales – y les aporta una identidad y una pertenencia en una situación de estado de derecho como consecuencia de la puesta en práctica de los atributos intelectuales del ser humano, caracteres claramente promovidos por la selección natural. Confiemos que, en nuestro querido país, esta sindéresis expresada muy recientemente vaya de la mano con una dosis de altruismo que nos permita consolidar el entendimiento de ciudadanía, no solo de forma conceptual sino práctica y presente en el diario devenir del país.

Este artículo fue publicado en el año 2023 y fue seleccionado para reincidir en su publicación según el nuevo programa de MiradorSalud para el primer semestre de 2025. A causa de su pertinencia en los tiempos actuales es necesario releerlo con una nueva visión y desde un vértice distinto.

Alicia Ponte-Sucre Alicia Ponte-Sucre es Individuo de Numero de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales y miembro de Comisión Interacadémica ACFIMAN -ANIH de Sistema Agroalimentario y Nutrición. Es profesora titular e investigadora, coordinadora del Laboratorio de Fisiología Molecular de la Cátedra de Fisiología del Instituto de Medicina Experimental (IME), perteneciente a la Escuela de Medicina Luis Razetti de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela (UCV), e investigadora visitante en la Universidad de Würzburg, Alemania (en alemán, Julius-MaximiliansUniversität Würzburg). Expresidenta de la Junta Directiva y Excoordinadora del Consejo Consultivo de la Asociación Cultural Humboldt. Miembro fundador y vicepresidenta de la Junta Directiva de la Fundación Universitaria Fundadiagnóstica y está incluida en: The World Who´s Who of Women, 1996, 1999; International Directory of Distinguished Leadership, 1997; Woman of the Year 1997, 2000, 2008; Outstanding People of the 20th Century, 1998; International Who’s Who of Professional and Business

Publicado por: Mirador Salud Fecha: 28 enero, 2025 En: Con LupaSin categoría 9 Comentarios

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