Diogo Borges Ferreira, 3 de abril de 2025, Arch Daily.

La intersección de la arquitectura y la medicina moldeó profundamente el diseño modernista, donde la transparencia, la luz y el aire se convirtieron en herramientas esenciales para la salud. Tras la crisis de tuberculosis de finales del siglo XIX y principios del XX, el sanatorio evolucionó más allá de ser un centro médico para convertirse en un campo de pruebas para la innovación arquitectónica. La necesidad de aire fresco, luz solar y esterilidad transformó estos espacios en prototipos de los principios modernistas , influyendo en la organización espacial, la elección de materiales y filosofías de diseño que trascendieron el ámbito sanitario.
Más que centros de tratamiento, los sanatorios encarnaban teorías médicas contemporáneas en forma de edificación. En una época en que la tuberculosis —a menudo llamada la peste blanca— devastaba poblaciones de todo el mundo, los profesionales médicos prescribían la exposición ambiental como terapia principal. La arquitectura se adaptó en consecuencia, creando edificios con amplias terrazas, grandes ventanales e interiores depurados, diseñados para optimizar la ventilación y maximizar la luz natural.
Estas estrategias facilitaron la recuperación y redefinieron los ideales arquitectónicos, demostrando cómo la medicalización del espacio podía informar un pensamiento modernista más amplio.
Diseñar con empatía: Arquitectura para la equidad social
Aire, luz y sanación

A medida que los sanatorios para la tuberculosis se extendían por Europa y el resto del mundo, su arquitectura se refinó, enfatizando el papel del espacio y el entorno en el diseño terapéutico. Estas instituciones se concibieron no solo como instalaciones médicas, sino como espacios holísticos donde la arquitectura misma desempeñaba un papel activo en la recuperación. Los sanatorios se ubicaban estratégicamente en entornos naturales remotos , a menudo en bosques o laderas de montaña, lo que reforzaba la creencia de que el aislamiento, la tranquilidad y el aire puro contribuían a la curación.

Uno de los ejemplos más emblemáticos es el Sanatorio Paimio de Alvar Aalto (1933). La visión de Aalto estaba profundamente centrada en el paciente, considerando el edificio como un instrumento médico. Cada aspecto del diseño del sanatorio se concibió para maximizar el potencial curativo: la orientación garantizaba una exposición óptima a la luz solar, mientras que los amplios balcones permitían a los pacientes descansar al aire libre, inmersos en el aire fresco. En el interior, Aalto prestó especial atención al confort psicológico y físico de los pacientes. Los techos se pintaron en tonos suaves y antirreflectantes para minimizar el deslumbramiento de quienes permanecían en cama durante largos periodos.


Igualmente pionero, el Sanatorio Zonnestraal (1931), diseñado por Jan Duiker y Bernard Bijvoet , encarnaba los ideales modernistas de transparencia y ligereza. Concebido originalmente como una instalación temporal debido a la creencia generalizada de que la tuberculosis pronto sería erradicada, el edificio se construyó con materiales ligeros y una amplia estructura de vidrio, lo que mejoraba la penetración de la luz solar y la ventilación.

La radical apertura de Zonnestraal, tanto visual como estructuralmente, reflejaba la aspiración modernista de la arquitectura como agente de salud y progreso. Se animaba a los pacientes a pasar tiempo al aire libre en sus terrazas, lo que reforzaba la integración del sanatorio con el paisaje circundante. Su diseño, con superficies blancas y detalles minimalistas, personificaba la creencia de que la limpieza y la modernidad estaban intrínsecamente ligadas al bienestar.

La tipología de sanatorio no fue exclusiva del norte de Europa. En Gran Bretaña, el Sanatorio Benenden , diseñado por Augustus William West , demostró una transición paralela hacia los principios modernistas en la arquitectura sanitaria. Construido con énfasis en el diseño funcional, presentaba amplios espacios abiertos, amplio acceso al aire libre y un énfasis en la higiene, reflejando la transición de las instituciones médicas tradicionales a un enfoque más racional y centrado en el paciente. Esta evolución no solo satisfizo las necesidades médicas de los pacientes con tuberculosis, sino que también contribuyó a una mayor aceptación de la estética modernista en el Reino Unido.

Más allá de Europa, los sanatorios se adaptaron a los climas y contextos culturales regionales. En China , instalaciones como el Sanatorio Hongqiao (1934) integraron principios modernistas con elementos tradicionales, a diferencia de sus homólogos europeos, como terrazas separadas para espacios individuales de pacientes, que proporcionaban espacios al aire libre individuales y mejoraban la privacidad de los pacientes. El centro contaba con comodidades avanzadas para su época, reflejando el compromiso de China con la modernización a través de la expresión arquitectónica.

En las regiones tropicales, los sanatorios priorizaron la ventilación natural, con pasillos y terrazas al aire libre que garantizaban la circulación del aire. Instalaciones como el Sanatorio Tiluania ( India ) y Topes de Collantes ( Cuba ) optimizaron las estrategias de refrigeración pasiva, mientras que el Sanatorio Kibumbu ( Burundi ) demostró cómo estas ideas se extendieron a los contextos africanos. Estas variaciones resaltan la aplicabilidad universal de la arquitectura de los sanatorios, a la vez que reflejan las condiciones locales.
El impacto de las elecciones materiales en la curación

La arquitectura de sanatorios no solo se definió por la apertura espacial y la integración ambiental, sino también por un riguroso enfoque en la innovación de materiales. Con la higiene como prioridad, los arquitectos exploraron nuevos materiales y técnicas de construcción que pudieran minimizar la transmisión bacteriana, simplificar el mantenimiento y mejorar el bienestar psicológico. Estos avances trascendieron la mera funcionalidad; transformaron la experiencia sensorial del espacio, influyendo en la paleta de materiales de la arquitectura modernista y dejando una huella imborrable en el diseño sanitario.

Los sanatorios de principios del siglo XX priorizaron los materiales no porosos y de fácil desinfección , un cambio radical respecto a las superficies pesadas y polvorientas de las instalaciones médicas del siglo XIX. Los suelos solían estar cubiertos de linóleo, un material apreciado por sus propiedades antimicrobianas y su acabado sin juntas, que eliminaba las grietas donde podían acumularse las bacterias. El acero esmaltado se popularizó para muebles y accesorios, especialmente en habitaciones de pacientes y quirófanos, gracias a su durabilidad y resistencia a la corrosión. Las paredes y los lavabos estaban revestidos de azulejos de cerámica esmaltada, no solo por higiene, sino también por sus propiedades reflectantes, que amplificaban la luz natural en los interiores.

El Sanatorio Paimio de Alvar Aalto ejemplificó la innovación en materiales al diseñar muebles más cálidos al tacto que el equipamiento hospitalario tradicional, utilizando madera contrachapada curvada en lugar de metal frío para las camas y sillas de los pacientes. La famosa Silla Paimio no solo era ergonómica, sino que también fue un experimento de tacto agradable, diseñada para ser ligera, brindar soporte y fácil de limpiar. El diseño de lavabos silenciosos, que reducían el ruido de salpicaduras que podía molestar a los pacientes, reflejaba una profunda conciencia del impacto psicológico de los materiales en entornos de atención médica.

El Sanatorio Zonnestraal impulsó la experimentación con materiales, empleando el hormigón armado como elemento central de su construcción ligera y modular. La estructura del edificio, caracterizada por finos marcos de acero para ventanas y amplios paneles de vidrio , fue una elección estética modernista y una respuesta estratégica al tratamiento de la tuberculosis.

Más allá de Europa, los sanatorios en regiones tropicales tuvieron que conciliar la eficiencia de los materiales modernistas con las condiciones ambientales locales. En Cuba, India y África, donde la alta humedad y el calor dificultaban el saneamiento, los arquitectos adaptaron sus estrategias de materiales a los climas locales. La piedra y el ladrillo, aunque más pesados, se preferían a menudo por su durabilidad y propiedades de regulación térmica. En algunos casos, se optó por el yeso pulido y las paredes encaladas en lugar de las superficies de azulejos, creando acabados uniformes que resistían el moho y reflejaban la luz para aumentar la luminosidad en las habitaciones de los pacientes.
Estos experimentos con materiales en sanatorios sentaron precedentes que trascendieron su función original. En las décadas siguientes, muchas innovaciones pioneras en hospitales para pacientes con tuberculosis ( suelos de linóleo , acabados antimicrobianos, superficies sin juntas y mobiliario ergonómico) se convirtieron en estándares de la industria para hospitales , clínicas y centros de bienestar .
Arquitectura de rayos X : La visibilidad como elemento curativo

La historiadora Beatriz Colomina introdujo el concepto de arquitectura de rayos X para describir cómo las tecnologías de imagen médica, en particular los rayos X, influyeron en el diseño modernista. La invención de los rayos X a finales del siglo XIX transformó la medicina al exponer las estructuras ocultas del cuerpo humano, transformando la comprensión de la transparencia y la visibilidad. Este avance tecnológico coincidió con un cambio en el pensamiento arquitectónico, donde la apertura, la ligereza y la exposición se convirtieron en principios rectores. Los arquitectos modernistas, al igual que los radiólogos, buscaron eliminar la ornamentación, revelar la lógica estructural y crear entornos definidos por la claridad, el aire y la luz.

Los sanatorios desempeñaron un papel clave en el avance de estas ideas. Dado que el tratamiento de la tuberculosis priorizaba la luz solar, la ventilación y la higiene, los sanatorios adoptaron la transparencia como una necesidad médica y un ideal arquitectónico. El uso extensivo de grandes ventanales, terrazas al aire libre y barreras mínimas entre el interior y el exterior reflejaba la creencia de que la arquitectura podía actuar como un instrumento de salud . Esta transparencia mejoró el bienestar físico y redefinió la interacción de los edificios con sus ocupantes, reforzando la conexión entre visibilidad, apertura y sanación.


Una de las manifestaciones más evidentes de la arquitectura de rayos X fuera de los sanatorios es la Casa de Salud Lovell (1929) de Richard Neutra en Los Ángeles . Encargada por Philip Lovell , médico y defensor de una vida saludable, la casa integra amplias fachadas de cristal, interiores abiertos y conexiones directas con espacios exteriores. El diseño de Neutra demuestra cómo los principios modernistas de transparencia y exposición se extendieron más allá de las instalaciones médicas, influyendo en la arquitectura residencial . La casa funcionó como prototipo de un nuevo tipo de entorno vital: uno donde el aire, la luz y la estructura se complementaban para potenciar la vitalidad humana.

Colomina argumenta que este cambio hacia la transparencia arquitectónica no fue una mera preferencia estética, sino una transformación cultural impulsada por los avances médicos. Así como los rayos X permitieron a los médicos ver el interior del cuerpo humano, los arquitectos modernistas buscaron revelar y exponer el funcionamiento interno de los edificios. La Villa Savoye (1931) de Le Corbusier encarna este enfoque con sus ventanas de cinta, pilotes elevados y una distribución diáfana que maximiza la ventilación y la luz natural. Al igual que una radiografía, la casa elimina los cerramientos tradicionales, haciendo que sus elementos estructurales sean legibles de una manera que desafía la opacidad de la arquitectura doméstica anterior.

De igual manera, la Casa Farnsworth de Mies van der Rohe (1951) profundiza aún más estos principios. Como un pabellón de cristal suspendido en la naturaleza, la casa disuelve las fronteras convencionales entre interior y exterior, sumergiendo a su ocupante en un flujo continuo de luz y aire. Esta apertura radical refleja la misma lógica médica que dio forma a los sanatorios: permitir que las fuerzas naturales circulen libremente para mejorar el bienestar físico y mental. El rechazo de los muros sólidos coincide con el argumento de Colomina de que la arquitectura modernista surgió en respuesta a una época obsesionada con la higiene, la visibilidad y la eliminación de los espacios ocultos.

Esta transparencia arquitectónica también redefinió la privacidad. Así como los rayos X expusieron el cuerpo humano de maneras sin precedentes, los edificios modernistas desnudaron sus interiores, desafiando las nociones convencionales de encierro e intimidad doméstica . La estética higienizada de la arquitectura modernista (superficies lisas y lavables, materiales higiénicos y ornamentación mínima) no era solo estilística; estaba profundamente arraigada en el deseo de promover tanto la limpieza física como el bienestar psicológico. El hogar moderno, al igual que el sanatorio, se convirtió en un entorno controlado donde el espacio, la luz y la materialidad podían optimizarse para la salud. La influencia de las imágenes médicas en la arquitectura sirve como recordatorio de que el entorno construido está profundamente entrelazado con los avances científicos y tecnológicos, dando forma a cómo vivimos y cómo nos curamos .
Este artículo es parte de los Temas de ArchDaily: Construyendo bienestar: diseñando espacios para la curación , presentado en colaboración con Hushoffice .
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