
Manuel Lainez, 13 marzo 2025 Plataforma Tierra. Fundacion Cajamar
Las empresas agrícolas, ganaderas y alimentarias deben hacer frente al reto de la mano de obra, que es escasa, particularmente en el medio rural, cada vez más cara, y con mayores exigencias en las condiciones y en los tiempos de prestación de servicios.
Este desafío es particularmente importante cuando hablamos del relevo generacional en las explotaciones agrarias y en las industrias de pequeña dimensión.
Esta semana he participado en tres reuniones centradas la automatización y robotización en diferentes subsectores de la cadena alimentaria.
En la primera, uno de los asistentes comentaba que, desde febrero de 2022, el SMI ha subido cuatro veces y los empresarios han tenido que asumir un incremento del 25 %.
En la segunda se evidenciaba que no se cubren las ofertas de empleo de la industria alimentaria, ni en el entorno urbano ni en el medio rural.
En la tercera se explicaba el incremento de la inversión en robots en las granjas de vacas de leche en los últimos dos años.
Los profesionales de la cadena alimentaria son conscientes de esta situación desde hace tiempo. En 2024, el Observatorio de la Digitalización Agroalimentaria del MAPA publicó un informe, en el que participaron los especialistas de Cajamar, que muestra cómo el 90,4% de ellos tienen el deseo de robotizar algunas de sus actividades.
El trabajo se basa en la realización de encuestas telefónicas en las que han participado más de 2.000 agricultores, más de 600 ganaderos y más de 800 representantes de la industria.
El 89,2 % de los agricultores desean robotizar algunas actividades, destacando las de recolección, monitorización y control de plagas, aplicación de fertilizantes y siembra.
Entre los ganaderos ese interés asciende al 92,2 %, priorizando el monitoreo remoto para la vigilancia de la salud y el comportamiento de los animales, la distribución de piensos y forrajes y la limpieza y desinfección de instalaciones.
Los profesionales de la industria que apuestan por esta inversión alcanzan el 91,1 %, sobresaliendo las labores de empaquetado, envasado y embotellado, limpieza, desinfección y mantenimiento de instalaciones y equipos y control de calidad.
Un análisis rápido de esas tareas nos permite mostrar que la mayor parte de ellas son muy intensivas en mano de obra, en ocasiones poco cualificada y con poco valor añadido en el proceso productivo. En otros casos se trata de tareas penosas que, cuando se realizan con poca atención y eficiencia, penalizan la calidad del producto final.
Las relacionadas con la monitorización de enfermedades, plagas o comportamiento de los animales, o las de control de calidad son, precisamente, lo contrario: demandan especialización, requiriendo mucho tiempo de una mano de obra, formada o experimentada, que es cara, o asumida en la producción primaria por los propios titulares, y debe realizarse in situ.
Si hay necesidad y deseo ¿por qué no se incorporan robots? Hay muchas respuestas posibles, dependiendo de a quien preguntemos.
Unos nos dirán que no hay tecnologías que respondan a sus necesidades y otros que una demanda tan escasa, no permite invertir en el desarrollo de tecnologías específicas.
Muchos nos comentarán que la compra de los equipos que se ofertan no se adecúa a sus procesos productivos o que son complejos de manejar.
También nos compartirán que la inversión no es asumible financieramente o que los ingresos no permiten ese gasto.
Bastantes manifestarán que la Administración debe poner en marcha ayudas.
Y algunos nos explicarán que, a su edad y sin relevo, no piensan en ello.
Y, sin embargo, a la vez, en el sector de la leche de vaca se está extendiendo la adquisición de determinadas herramientas de monitorización del estado de las vacas, de apoyo a la toma de decisiones, de ordeño o de limpieza robotizada.
La profesionalización de los ganaderos, convertidos en empresarios, que apuestan por seguir produciendo leche, con un apoyo decidido de las cooperativas e industrias que la recogen, es una razón importante.
Otra es la necesidad de mejorar la productividad de la mano de obra, tanto por su coste como por su escasez para unas tareas que son penosas y que se realizan todos los días de la semana, y en turnos de día y de noche.
En este sector la tecnología es estándar a nivel mundial, lo que ha facilitado el desarrollo y mejora permanente de equipos.
Finalmente, la producción de leche de vaca ha tenido, recientemente, un periodo con márgenes económicos que no se conocían en el sector productos.
Parece evidente que la robotización es posible y es imprescindible e incluso urgente. Necesitamos impulsarla, primero desarrollando tecnologías que respondan a nuestras necesidades.
Hay investigación, pero es limitada; necesitamos mucho más emprendimiento y proyectos piloto, tanto por las empresas tecnológicas existentes como otras nuevas o procedentes de otros sectores de la industria.
Y también se requiere la implicación del sector productor, especialmente de las grandes empresas. Su apuesta ha de ser decidida.
En Grupo Cajamar apostamos por el desarrollo y competitividad de la cadena agroalimentaria española. Por ello estaremos con todas las iniciativas de robotización a las que podamos aportar valor.